Porqué estamos aquí...

Aunque no queramos aceptarlo, el fin de la vida es un paso inevitable...

Antes o después, cercano o no, la partida de nuestros afectos nos sumerge en un punto de angustia muy difícil de superar.

Este espacio fue creado por un grupo de supervivientes a la pérdida, que desean compartir sus vivencias y, porque no, ofrecer su experiencia para que aquellos que no encuentran paz y tranquilidad al estar sumidos en la angustia, puedan ver una luz de esperanza a su sufrimiento.

Gracias Padre Hilmar Zanello por sus maravillosas enseñanzas, su incondicional apoyo espiritual y por enseñarnos que transitar por el camino del dolor, con profunda fe, nos da las fuerzas suficientes para sentir la presencia de Dios que nos acompaña, nos sostiene e ilumina nuestro camino con la esperanza puesta en la Resurrección. Nuestro eterno agradecimiento. Equipo Pastoral.

Música

miércoles, 30 de junio de 2010

EL VALOR DE LOS ADIOSES

Los adioses, especialmente los más intensos, nos hacen enfrentar con las cuestiones fundamentales de la vida: ¿Por qué éste sufrimiento? ¿Hacia dónde me conduce? ¿Cuáles son los valores que más aprecio? ¿Qué creo sobre la vida después de la muerte? Los adioses crean un determinado espacio en nuestro interior, desde donde nos permitimos ubicarnos para observar la vida en perspectiva, y desde allí ir descubriendo las respuestas a algunas de esas cuestiones sobre la vida.
También  aprendemos mucho sobre los seres significativos que nos rodean; aprendemos quien desea caminar el largo camino junto a nosotros, de quienes son los corazones que siempre nos acogen con placer, quien nos ama lo suficiente como para acompañarnos en la buenas y en las malas, quien desea amarnos tanto como para manifestar la verdad por nosotros o a nosotros. Los adioses, cuando reflexionamos sobre ellos con fe, nos conducen hacia la suprema confianza en el Dios del amor y aprendemos a vivir esperanzados, con mayor aceptación y con una alegría más profunda.
Esto se logra solo con el correr del tiempo, y con sumo cuidado de nuestro ser.
No podemos evitar el dolor. Todos lo sufrimos a nuestro modo, pero lo cierto es que lo sufrimos. La bendición del dolor en nuestro interior, radica en que, cuando nos acongojamos por los adioses, simultaneamente nos damos y nos encontramos a nosotros mismos. Elegimos entregarnos profundamente, aunque sepamos que esa entrega podría costarnos el precio de los adioses y del desapego. Creemos que la entrega de nuestro amor justifica ese precio, pues habremos entrado en el misterio de la vida donde las bienvenidas que se suceden a nuestros adioses son nuestras señales indicadoras de la eterna morada.
Todos debemos aprender a decir adiós, a admitir esa pena destinada a nosotros, para poder seguir avanzando. Dios nos da la fuerza, el coraje, el consuelo, la esperanza y el amor. Desapégate y se libre de seguir avanzando.
"Que la bendición de Dios te acompañe"

lunes, 19 de abril de 2010

PERDIDAS

Todos sufrimos distintas y múltiples pérdidas durante el transcurso de la vida al pasar de una etapa vital a otra. De bebé a niño, de niño a adolescente, de adolescente a hombre, de hombre a anciano. Y éstas conllevan cambios en los que podemos sentir que perdemos parte de lo que teníamos: cambio de escuela, (de primaria a secundaria), una separación , pasar de una etapa laboral a mal desempleo o la jubilación, entre otras.
¿Qué nos viene inevitablemente a la cabeza cuando escuchamos la palabra Pérdida?
Muerte - desolación - vacío - ausencia - dolor - bronca - impotencia - angustia - soledad - tristeza - miedo - irreversibilidad - desconcierto - llanto - sufrimiento.
¿Por qué sentimos tanto una pérdida? El ser humano se relaciona y establece vínculos que comportan distintos grados de afectividad y de valoración positiva o negativa del vínculo.
En el momento en que subjetivamente se da una pérdida, sentimos dolor. Dolor anímico por la valoración afectiva y la emotividad que de ellos se desprende, estas emociones, estas vivencias son el resultado de lo que somos.El resultado de nuestro crecimiento y desarrollo, de lo que dependerá nuestros duelos.
Cada pérdida significativa, representa algún tipo de renuncia. Es una crisis y comporta un proceso de duelo, es decir, un proceso paulatino de despedida, de desapego.
Cada pérdida, por pequeña que sea, implica la necesidad de hacer una elaboración, no sólo las grandes pérdidas generan duelos, sino que toda pérdida lo implica.
Toda pérdida siempre implica ganancia, ya que es un proceso de crecimiento, de hecho, ya no somos los mismos.

                       Hay un momento para todo,
                       un tiempo para nacer
                       y un tiempo para morir;
                       un tiempo para llorar
                       y un tiempo para reir;
                       un tiempo para lamentarse
                       y un tiempo para danzar.
                                                         (Ecl. 3, 1-4)

viernes, 5 de marzo de 2010

ESTAR EN DUELO NO ES HACER EL DUELO

Estar en duelo es un proceso pasivo y negativo que no sana el sufrimiento. Hacer el duelo es un proceso activo y sanante del sufrimiento.
Hacer el duelo es trabajarse en el sufrimiento. Es un proceso que exige un gran dinamismo interno de sanación. No es lo que el sufrimiento hace conmigo sino lo que yo hago con mi sufrimiento..
La finalidad del duelo es dar expresión y cauce sano a los sentimientos, serenando el sufrimiento, dominando la pena de la separación,integrando la extrañeza física, aceptando la realidad de la muerte, reorientando la energía positiva, en un nuevo proyecto de vida.
El duelo se hace en el hablar, sacando las penas del corazón, superando las ideas insanas sobre el sufrimiento, purificando la fe, vivenciando la Resurrección, con un proyecto significativo de vida.
El duelo es un largo proceso, hay que poner mucha voluntad contra la voluntad del sufrimiento.
En el duelo, las penas con esperanza suben y se serenan; las penas con desesperación bajan, pesan y no pasan.
En el duelo: " SUFRIR SANAMENTE PARA DEJAR DE SUFRIR".
El duelo es un gran sacrificio personal de sanación en el no hay que hacerse la víctima.
Nadie elabora sanamente el sufrimiento sólo porque tenga razones para sufrir.
Nadie elabora el sufrimiento sólo porque tenga razones para dejar de sufrir.
Se elabora el duelo porque se tienen razones para vivir.
El sufrimiento quiere grupos de autoayuda para compartir el sufrimiento. El duelo quiere grupos de mutua ayuda para compartir el proceso de sanación.

   Hay que desahogar el sufrimiento.
   Hay que hablar del sufrimiento.
   Hay que elaborar sanamente el sufrimiento.
   Hay que sembrar esperanza en el sufrimiento.

                                                                        Pdre. Mateo Bautista
                                      

jueves, 4 de marzo de 2010

Jesús, tú has venido para darnos VIDA 
y VIDA en abundancia.
Has revelado el amor infinito del Padre.
Has combatido el dolor de los hombres
y has elaborado sanamente tu sufrimiento.

Jesús, tú nos invitas continuamente
a sanear nuestras heridas internas
y las experiencias dolorosas de la vida,
haciendo de todo sufrimiento crecimiento.

Jesús, tú has venido para servir
y no para ser servido.
Haznos buenos samaritanos de quien sufre
y servidores de los demás.

Gracias, Jesús, nuestra resurrección,
porque das un nuevo hogar
a nuestro ser querido fallecido
y alimentas nuestra esperanza
para reemprender una vida
más humana y cristiana.
                               
                             (M. Bautista)

¿Qué es el duelo?

El término duelo procede del vocablo latino dolium, que deriva del verbo doleo (dolerse). Es la reacción emocional espontánea por la pérdida de algo, el alejamiento de alguien o la muerte de un ser querido. Esta separación afecta a la persona en toda su dimensión física, emocional, intelectual, social y religiosa.
A veces, produce hasta una crisis existencial que anula el sentido de la vida.
La intensidad de los sentimientos se produce por lo definitivo de la pérdida, por la causa de la muerte, por la hondura de la relación existente, por la fuerza del "apego", por el vacío o desconcierto de la ausencia, por la actitud asumida y por la utilización de los recursos humanos y religiosos de lo que dispone cada persona.
En el duelo, la herida acorrala el poder terapéutico de la persona.
Hacer el duelo es un proceso en el que se potencia el poder sanador de cada uno para dejar resucitado al ser querido muerto junto a Dios y "resucitar" el sufriente mismo a esta vida en plenitud, volviendo a la serenidad, concediendo al fallecido el mejor regalo: volver a ser feliz. 

 "Ninguno muere mientras permanece vivo en el corazón de alguien"

martes, 2 de marzo de 2010

¿QUIENES SOMOS?

Un Grupo de Mutua Ayuda está coordinado por personas que han atravesado uno o más duelos y han podido elaborarlo positivamente, siendo profundos conocedores de la dinámica de relación de ayuda y del mundo interior del sufriente. Además, están debidamente capacitados para explorar los "recovecos del sufrimiento".
El grupo es la ocasión para ayudar y ser ayudados, expresar libremente el propio sufrimiento, compartir la esperanza y sanear las heridas reactivando el poder terapéutico de cada uno.
Pastoralmente, el coordinador ha de reforzar la fe, el amor, la esperanza y la solidaridad.
Cualidades del grupo:
  • apertura
  • respeto
  • discreción
  • libertad de participación
  • ayuda mutua
  • aceptación incondicional de opiniones y emociones
  • confrontación empática                                             
Un grupo de mutua ayuda no es una reunión social de amigos. No convoca el sufrimiento sino la necesidad de elaborar positivamente el duelo. No es para transferir el sufrimiento sino el método de sanación.
El grupo de mutua ayuda es uno de los recursos de esa amplia red de apoyos sociales a los que hay que concurrir para elaborar sanamente el duelo, pero nunca el único.*

*Mateo Bautista. Resurrección. Grupo de mutua ayuda en duelo.Ed. San Pablo, Buenos Aires.