El término duelo procede del vocablo latino dolium, que deriva del verbo doleo (dolerse). Es la reacción emocional espontánea por la pérdida de algo, el alejamiento de alguien o la muerte de un ser querido. Esta separación afecta a la persona en toda su dimensión física, emocional, intelectual, social y religiosa.
A veces, produce hasta una crisis existencial que anula el sentido de la vida.
La intensidad de los sentimientos se produce por lo definitivo de la pérdida, por la causa de la muerte, por la hondura de la relación existente, por la fuerza del "apego", por el vacío o desconcierto de la ausencia, por la actitud asumida y por la utilización de los recursos humanos y religiosos de lo que dispone cada persona.
En el duelo, la herida acorrala el poder terapéutico de la persona.
Hacer el duelo es un proceso en el que se potencia el poder sanador de cada uno para dejar resucitado al ser querido muerto junto a Dios y "resucitar" el sufriente mismo a esta vida en plenitud, volviendo a la serenidad, concediendo al fallecido el mejor regalo: volver a ser feliz.
"Ninguno muere mientras permanece vivo en el corazón de alguien"
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