El sufrimiento que tiene significado es más soportable.
El proceso de aflicción no está completo hasta que la persona que está en duelo no haya descubierto un nuevo significado en la vida. Esto no es inmediato. Más bien, el impacto inicial con la muerte sacude la fe, rompe la familiaridad de los sobrevivientes y destruye los proyectos personales. La imagen de Dios entra en crisis y se sienten traicionados, incluso niegan su existencia.
Para otras personas, la relación con Dios puede reforzarse: " Dios me está dando las fuerzas que necesito"; "en la oración encuentro paz".
Para quien está enojado con Dios, una forma de demostrarlo es no concurrir a la iglesia ni rezar.
Desahogarse con Dios no es pecaminoso, por el contrario, ayuda a curarse: Dios puede acoger los deshagos humanos; Él no causa las tragedias: algunas son causadas por las desgracias, otras por la irresponsabilidad humana, otras son consecuencias inevitables de la naturaleza mortal. Dios no causa ni previene las tragedias, pero da las fuerzas necesarias para afrontarlas y superarlas.
La fe no protege el dolor, pero ayuda a afrontarlo; no lo explica, pero ayuda a usarlo positivamente; no lo absolutiza, pero ayuda a redimensionarlo a través de propuestas de esperanza y la invitación a la solidaridad.
domingo, 22 de mayo de 2011
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