La muerte después de una grave enfermedad es de naturaleza distinta porque los que están involucrados en ella, tienen la oportunidad de prepararse para el acontecimiento final. Claro está que la anticipación no significa aceptación.
Las más fuertes reacciones se manifiestan cuando la muerte es repentina. Este acontecimiento luctuoso pone a los sobrevivientes ante un drama inprevisto. En esta categoría entra también la muerte por accidente de trabajo o automovilístico.
Más dramática es la muerte por suicidio. En los sobrevivientes quedan, además del dolor, interrogantes sin respuestas y el sentimiento de culpa por no haber podido prevenir la muerte.
Una muerte cruel es la causada por la violencia, por el terrorismo, por asesinatos, por violaciones.
Otra causa de muerte son los desastres naturales. Los sobrevivientes viven duelos colectivos marcados por la pérdida de todo, por el riesgo de epidemias y por la necesidad de recontruir su identidad histórica y geográfica.
El impacto de cada una de estas circunstancias de muerte tiene peso, sus interrogantes y sus desafíos específicos para los sobrevivientes.
Estas experiencias de duelo, además de las circunstancias, dependen de otros factores:
- Tipo de relación que se tuvo con el difunto
- Red de apoyo externo
- Grado de familiaridad
- Recursos personales
- Grado de dependencia psicológica, económica, social
- Sentimiento de culpa, dificultades en la comunicación
- Sexo del sobreviviente
- Clase social
- Presencia o no de otras experiencias de pérdidas
- Presencia de factores culturales que permitan la expresión del dolor
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