En el sufrimiento se mueren o se desgastan ilusiones, proyectos, fe, ganas de luchar, motivación, salud, sentido de vida...Se muere parte de nosotros. Nos morimos, en parte, nosotros mismos.
Cuando sufrimos sólo vemos lo que perdemos, nos estancamos en un pasado que pesa demasiado y no termina de pasar, entramos en crisis de identidad y de autoestima. Todo es negro y difícil. ¿Cómo ganar el futuro?
Constatemos que el sufrimiento mal elaborado destruye "des-vitaliza". Querer y sentir la necesidad de sanarse y ver lo positivo que hay detrás de toda crisis es esencial para poder recuperarse y madurar, para "re-vitalizarse".
Hay que redescubrir un motivo y un fin, resignificar el sufrimiento positivamente, recrear el futuro. Estos son los vectores sanadores del duelo.
No pretendamos tampoco liberarnos del sufrimiento sin liberarnos de nosotros mismos, de nuestros apegos e inmadurez personal.
¿Por quién sanarse? ¿Para quién sanarse?
Como en esta misión se implica la afectividad y la voluntad, es muy motivador tener a alguien por quién sanarse y para quién sanarse; a quién amar y por quién ser amado, rodearse de seres queridos y tener una misión con un proyecto existencial.
El hombre es el mejor remedio para el hombre.
Sin embargo, la principal motivación a de salir de uno mismo y para uno mismo, especialmente si se está atravesando una situación tan delicada como es la muerte de un hijo, donde se pierde la continuidad de la vida, la proyección natural. Hay que recrear autoproyectos "significativos de vida". Hay que proyectarse en el valor del amor al amor.
Nadie se sana si se autolimita, si no se quiere, sin autoestima positiva.
En el proceso de elaboración del duelo el primer salvavidas es para uno mismo. Después podremos tirar el salvavidas a los demás.
Den palabras al dolor
"Den palabras al dolor.
La desgracia
que no habla,
murmura
en el fondo del corazón,
que no puede más
hasta que lo quiebra".
W. Shakespeare
miércoles, 23 de marzo de 2011
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