- Aturdimiento inicial: El sufrimiento puede dejar a la persona anestesiada, perturbada, muda, incluso privada de autonomía de pensamiento, palabra y acción.
- Lamentación: Surgen las primeras expresiones inarticuladas y las exclamaciones, abundan los gestos, viene la queja: "¡No lo puedo creer!".
- Negación: "¡ No, no es cierto!".
- Rechazo: "¡No, no lo acepto!".
- Miedo y ansiedad: "¡ Y si me sucediera...!".
- Culpa: "¡ Si yo no hubiese...!".
- Bronca: "¿ Por qué a mí?". "¿Por qué se lo hicieron, Dios?".
- Tristeza profunda y desmotivación:"¿ Qué sentido tiene ya...?".
- Resignación: "¡Me tocó a mí. Es la fatalidad!".
- Reencuentro con Dios: "¡Siempre estuvo a mi lado!"
- Recobrando la serenidad interior:"¡Después de tanto sufrimiento, estoy recobrando la paz!".
- Aceptación:"¡ Hay que volver a vivir!".
El duelo no se improvisa, ni se hace de la noche a la mañana.
" Cuida tu mente y tu corazón.
Si están en sufrimiento, sánalos.
De ellos, brotan las fuentes de la vida"
Pdre. Mateo Bautista